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Joven usando tecnología sin saber manejar herramientas digitales avanzadas

Nativos digitales… ¿sin competencias tecnológicas?

Vivimos en una paradoja tecnológica. Nunca hubo generaciones tan conectadas, tan rodeadas de pantallas, apps y redes sociales como las actuales. Los llamados nativos digitales (jóvenes que crecieron con smartphones, tablets e internet) parecen tener una relación natural con la tecnología; sin embargo, estudios recientes revelan una verdad incómoda: esta familiaridad no se traduce en competencias digitales reales, especialmente en contextos educativos o profesionales.

¿Por qué ocurre esto?

La causa principal es una gran confusión: asociamos el uso frecuente de tecnología con el dominio de esta, pero navegar por TikTok, mandar audios por WhatsApp o editar una historia en Instagram no implica saber usar hojas de cálculo, gestionar contraseñas, identificar noticias falsas ni protegerse de ciberataques.

Uno de los errores más comunes ha sido asumir que, por haber crecido con tecnología, los nativos digitales aprenden solos. Como resultado, se ha descuidado la formación estructurada en competencias digitales clave, tales como búsqueda eficiente de información, análisis crítico de contenidos, comunicación profesional en línea o uso ético de herramientas digitales.

Además, muchas instituciones educativas no han sabido adaptar sus programas a la velocidad del cambio digital. Se sigue enseñando tecnología de forma obsoleta o superficial, sin enfocarse en lo realmente necesario en el mundo laboral actual. Mientras tanto, el mercado exige habilidades como manejo de herramientas colaborativas en la nube, automatización de tareas o alfabetización en datos.

Consecuencias visibles

En el entorno profesional, esta carencia se nota rápidamente. Jóvenes con un alto nivel de exposición tecnológica se ven limitados a la hora de usar software empresarial, gestionar información digital o comunicarse adecuadamente en entornos virtuales. Esto genera frustración tanto en empleados como en empleadores, y limita el potencial de una generación que, en teoría, debería estar liderando la transformación digital.

En lo personal, la falta de competencias también afecta. Desde no saber configurar adecuadamente la privacidad de una cuenta, hasta caer en estafas online o no poder distinguir fuentes fiables de desinformación, los riesgos son reales. La habilidad para desenvolverse en el mundo digital ya no es un “plus”, sino una necesidad básica.

Soluciones a la mano

El remedio no pasa por eliminar pantallas, sino en enseñar a usarlas con criterio. Las competencias digitales deben ser parte del currículo educativo desde etapas tempranas, y no solo como talleres esporádicos. También es necesario fomentar una cultura de aprendizaje continuo, donde el uso de la tecnología no sea solo consumo pasivo, sino una herramienta activa para crear, resolver y colaborar.

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